La IX Jornada Avilista desveló ayer la capacidad inventiva de san Juan de Ávila con ingenios para suministrar agua
Bajo el título ‘Inventos hidráulicos de San Juan de Ávila’, el acto fue organizado un año más por la Hermandad de los Santos y contó con la ponencia de Jerónimo Anaya Flores, catedrático en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), quien desveló las innovaciones técnicas que buscó impulsar en su tiempo el también Doctor de la Iglesia universal, en un charla con alusiones a su doctrina espiritual y humanista.
Se trataba de ingenios mecánicos para extraer y elevar agua, toda una innovación en la España de la época, y útiles en todo caso para la agricultura y el suministro sobre todo en regiones afectadas por sequías como Córdoba y, aunque no se tiene constancia de que finalmente fuesen fabricados, su mera concepción fue tan importante que incluso hubo de defender sus derechos de patente sobre ellos ante la misma Corte.
En este sentido, para el también consejero del Instituto de Estudios Manchegos es relevante la sentencia que, mediado aquel siglo, reconocía al maestro Ávila como el auténtico inventor de los cuatro artilugios que dio en llamar ‘Balanza de cajas’, ‘Alentador de aguas muertas’, ‘Suplevientos’ y ‘Prudentes maneras para sacar aguas’, cuyos diseños y conceptualizaciones originales tampoco han sido localizados hasta la fecha.
El también poeta natural de la población de Alcoba de los Montes, que apoyó sus palabras con referencias, citas y estudios de diferentes autores a lo largo de los siglos, significó la belleza en las expresiones con que san Juan de Ávila había bautizado sus inventos, especulando que, aunque tales denominaciones poco describían de los mismos, seguramente aludiesen a la fuerza del agua o del viento en algunos de ellos.
Sobre la intención inventiva, Anaya Flores también subrayó que el santo nunca buscó el lucro personal, algo ilógico si se tiene en cuenta que los bienes familaires, de gran y rica hacienda, los vendió, sino que los beneficios que pretendía tenían como objetivo socorrer a pobres, sufragar los gastos de los numerosos colegios que creó, así como procurar recursos para el sostenimiento de parroquias y su propio sustento físico.
Conforme a los profusos cálculos económicos, comparándolos con los ingresos que reportaban en la época otros oficios o el mismo ‘Quijote’ para Cervantes, Jerónimo mostró que los ingresos iban a ser grandes para la época, de en torno a unos 33.000 reales al año, cuyo grueso permitiría satisfacer la labor docente que desempeñaban los números profesores de las escuelas o de la propia Universidad de Baeza que fundó.
Por eso Juan de Ávila defendió a ultranza su autoría, según significó durante su intervención quien también fue presentado como investigador, editor y cervantista, cuando su representante puso a su nombre inicialmente los inventos referidos, por lo que el sacerdote inició un pleito que finalmente le dio la razón en todos los extremos y, aun así, permitiría que Antón Ruiz Canalejo, recibiese una parte de los beneficios.
Durante la ponencia, el estudioso hizo hincapié en la preocupación de san Juan de Ávila por el aprendizaje de sus coetáneos en aquel siglo XVI con alto analfabetismo y también por una precursora formación profesional ante la falta de oficios en la España de la época y un rechazo general por los trabajos manuales, fomentando la ocupación de la gente también como parte de ese camino espiritual que él predicaba.
Anaya resaltaba así ayer tarde la figura del santo no solo como predicador, sino también como inventor resaltando su extraordinaria capacidad para conjugar el pensamiento espiritual con el conocimiento práctico, una combinación rara en su tiempo y que sigue inspirando admiración hoy día, por cuanto el Maestro sabía que se debía contar con los recursos suficientes para vivir en el mundo, aunque sin olvidar a Dios.
También el escritor alcobeño significó cómo a los inventos de san Juan de Ávila se le atribuyen denominaciones como artes e ingenios, diferenciando que el primero de los términos está íntimamente relacionado con la mecánica, en tanto que el segundo implica esa facultad del ser humano de crear algo para dar solución fácil a una situación o labor, concepto relacionado con la intuición, la creatividad, la maña o el talento.
La conferencia transcurrió en una tarde agradable en el patio de la Casa Natal, dando la bienvenida al centenar de asistentes, muchos de los cuales siguieron la exposición desde la galería superior, el párroco Juan Carlos Torres y la presidenta de la Hermandad de San Juan de Ávila y San Juan Bautista de la Concepción, Isabel Fernández. Entre los asistentes, algunos ponentes de ediciones anteriores y el alcalde, José Lozano.
Jerónimo Anaya, quien agradeció la invitación a participar en la IX Jornada Avilista, que como todas viene a seguir tallando la figura del doctor de la Iglesia en fechas próximas a la conmemoración de tal proclamación, el 7 de octubre de 2012, tiene actualmente el encargo de realizar la semblanza del santo almodovareño en la revisión que se está efectuando del Diccionario de Autoridades, cuya primera versión data del siglo XVIII.
Sobre este particular, quiso avanzar que está a punto de ser publicada la nueva edición que vendrá a completar la reseña de 140 palabras de aquel entonces, pero para su estudioso era ya significativo que el almodovareño ilustre ya estuviera de inicio en la obra promovida por la Real Academia Española, significando además que es uno de los grandes autores místicos de aquel siglo de oro.
Asimismo, a lo largo de su alocución que se completaría con un cierto debate en base a planteamientos que emanaron de algunas personas del público, el ponente invitó a seguir investigando aspectos todavía por concretar de san Juan de Ávila, sobre sus inventos o su paso por Almadén, siempre preocupado por la salud de sus prójimos, así como sobre contenidos de sus sermones, que alabó.
Y destacando de su labor pedagógica, dirigida sobre todo a clases más desfavorecidas de la sociedad, huérfanos y niños en general, que no contó con ningún respaldo de las instituciones estatales o eclesiásticas de la época, de ahí su afán por lograr ingresos con sus ingenios, desveló que el maestro Ávila confeccionara una cartilla muy básica para enseñar a leer, basada en el alfabeto y con todas sus sílabas.
Con todo y, pese a que durante siglos se olvidó mucho de lo bueno que hizo, dijo y escribió el santo, como lamentó Jerónimo, celebró que todo lo que procuró durante su profusa vida, fue en último término para hacer sentir cercano al ser humano respecto de Dios, rematando sus palabras con una frase que sintetizaba lo dicho: «Alto niños, a la fuente del agua viva, que emana de la doctrina cristiana».